Al término de su permanencia en el convento, los religiosos querían retenerlo, pero el joven Francisco, intuyendo que para él se aproximaba el momento de hacer una opción radical de vida y advirtiendo en sí una gran inquietud por conocer las diversas formas de vida religiosa, dejó el convento y, junto con sus padres, emprendió una peregrinación. Fue a Asís, pasando por Montecasino, Roma, Loreto y visitando los eremitorios diseminados por Monte Luco. La visita a Roma lo turbó profundamente, mientras iba a venerar la tumba de los Apóstoles, se cruzó con un pomposo cortejo cardenalicio. Impresionado por aquel boato, según su primer anónimo biógrafo, Francisco se acercó a la carroza e, interpelando al purpurado, le dijo:
“Los Apóstoles de Jesucristo no iban con tanto lujo".
El episodio muestra cómo en el ánimo del joven iba madurando la idea de una reforma de la vida eclesial basada en la pobreza.
La peregrinación constituyó para el joven Francisco un motivo serio de reflexión y de decisiones para su futuro. Al volver a Paula, Francisco manifestó a sus padres el deseo de conducir vida eremítica. En torno al 1435, se retiró a las afueras de Paula, en un terreno propiedad de la familia, suscitando gran estupor entre los conciudadanos por la austeridad de su modo de vivir. La experiencia de Paula lo forjó en la contemplación, en el trabajo, en la soledad y en las privaciones y mortificaciones corporales.
Enseguida comenzaron a afluir a su eremitorio muchas personas deseosas de ponerse bajo su guía espiritual y de compartir su mismo género de vida austera. Con la llegada a la diócesis de Mons. Pirro Caracciolo, nombrado arzobispo de Cosenza el 31 de agosto de 1452, el movimiento obtuvo el beneplácito del ordinario diocesano y pudo dotarse de un oratorio. El flujo de peregrinos que se dirigían al eremitorio de Paula atrajo la atención de Pablo II quien, en los comienzos del 1467, envió un visitador de su confianza para indagar sobre la vida de Francisco. A su regreso a la Curia, Mons. Baldassarre De Gutrossis tranquilizó al Papa sobre la fidelidad de Francisco a la Sede Apostólica y, visto que el Eremita había iniciado la construcción de una iglesia, el 7 de julio 1467 le proporcionó una carta colectiva de cuatro cardenales con la cual concedían la indulgencia, con las condiciones acostumbradas, a quienes visitaban o contribuían a los gastos para la construcción de la iglesia de Paula.
A comienzos del 1470, con el traslado a Paula del ex visitador, que asumirá el nombre de P. Baldassarre da Spigno, inicia el iter jurídico que llevará al reconocimiento oficial del movimiento eremítico fundado por Francisco. La primera etapa está constituida por el "nulla ostat" concedido por Mons. Caracciolo el 30 de noviembre de 1470. A distancia de algunos años, gracias al factivo interés del arzobispo cosentino y a la obra diplomática de P. Baldassarre, el 17 de mayo de 1474 el movimiento obtiene la aprobación pontificia, asumiendo el nombre de "Congregación eremítica paolana de S. Francisco de Asís". Al eremitorio de Paula siguieron los de Paterno Calabro (1472), Spezzano della Sila (1474), Corigliano Calabro (1476) y Milazzo (1480). La vida de estos eremitas estaba regulada por las "ordenaciones y estatutos" que, en parte, confluyeron en las sucesivas redacciones de la regla.
Desde el principio, Francisco tuvo fama de gran taumaturgo. Los prodigios acompañaron toda su vida, a partir de la construcción de los primeros conventos hasta su partida para Francia. Fue el suyo un poder taumatúrgico a favor de todos, pero en particular de los pobres y de los oprimidos por las difundidas malversaciones de los poderosos, contra los cuales Francisco no se cansó de levantar la voz. Los elementos usados para el milagro eran verdaderamente secundarios o insignificantes, los primeros que encontraba a la mano, como para hacer comprender que no eran éstos los que curaban o resolvían el problema, sino Dios. Hay un hecho que subraya muy bien la "metodología" del milagro. Un joven de Paula, no obstante haber recurrido a médicos de fama, tenía en un brazo una llaga que no se cerraba. La madre le dijo:
"Ve también tú al eremitorio de Francisco y verás cómo te concede la gracia".
Se decidió, fue y expuso su problema y todas las tentativas que había hecho para sanar. Francisco se agachó, tomó la primera hierba que le vino a la mano y dijo:"Hazla hervir, ponla sobre la llaga y quedarás curado".
El joven lo miró y le dijo:"De esta hierba hay mucha en Paula, ¿es posible que haga milagros?"
El Eremita replicó:"Es la fe la que hace milagros".
A un sacerdote que le hacía esta pregunta: "¿Cómo haces para saber que esta hierba tiene virtud curativa?", Francisco respondió con sencillez evangélica:"A quien sirve fielmente a Dios y observa sus mandamientos, incluso las hierbas le manifiestan su poder".
Muchos de sus milagros impresionaron grandemente a literatos y artistas, que los inmortalizaron en sus obras, como el conocido episodio del paso del estrecho de Mesina, realizado sobre su manto extendido sobre las olas del mar.
Llevada por los comerciantes napolitanos, la fama de Francisco llegó a Francia, a la corte de Luis XI, entonces enfermo, el cual pidió al Papa Sixto IV que hiciese llegar al Eremita paulano a su cabecera. Fue el inicio del "capítulo diplomático" de la vida de Francisco. El Pontífice, buscando un acercamiento a Francia, con la cual deseaba un acuerdo para la abolición de la Pragmática Sanción de Bourges del 1438, acogió favorablemente la embajada francesa y lo mismo hizo el rey de Nápoles. Fueron sin embargo necesarios muchos meses para convencer a Francisco, el cual aceptó partir solamente cuando el Papa se lo impuso. Fue para el Eremita una obediencia difícil: tenía 67 años, su Congregación se había extendido desde hacía poco tiempo también en Sicilia y, sobre todo, sentía reticencia ante la idea de ir a vivir en un palacio, con una dotación regia , después de haber vivido por más de treinta años en un eremitorio.
El sacrificio pedido de dejar el Reino de Nápoles sería después largamente compensado por el favor de la corte francesa hacia su Orden y por las intervenciones de la misma ante la Curia Romana. Dejando el eremitorio de Paterno el 2 de febrero de 1483, Francisco fue acogido triunfalmente en Nápoles tanto por el pueblo como por la corte, que de su partida a Francia esperaba un alejamiento de la temida invasión del Reino por parte de los Valois. El rey Fernando I pretendía una relación preferencial de su súbdito. En Roma Sixto IV lo recibió diversas veces, confiándole delicados encargos. A su llegada al castillo de Plessis-les-Tours, Luis XI se arrodilló ante él, pidiéndole la bendición. El monarca no obtuvo la curación, pero la acción del Paulano en la corte, llevó a un largo período de buenas relaciones entre el papado y la monarquía francesa, del cual se beneficiaron también los Reinos de España, Boemia y Nápoles.
Francisco fue enseguida apreciado en la corte y –no obstante su desconocimiento de la lengua- fue rodeado tanto de los humildes como de los doctores de la Sorbona, deseosos de reforma personal estos últimos y en busca de intervenciones prodigiosas los primeros. Francisco vivió en Francia alrededor de veinticinco años y se creó su mundo trabajando un trozo de tierra, presentándose como reformador de la vida religiosa y con la aureola de hombre de Dios penitente, eremítico, un nuevo Juan Bautista. Por esto su austero estilo de vida fue escogido por algunos benedictinos, franciscanos y eremitas, que dejaron las respectivas familias religiosas para agregarse a Francisco. Su llegada, además de internacionalizar la Congregación calabresa, determinó un profundo cambio en su interior, en cuanto que fue abandonado el eremitismo y fue introducida la vida cenobítica. Este cambio llevará al nacimiento de la Orden de los Mínimos, seguido por la fundación de la Tercera Orden seglar primero y después de las Monjas. Las respectivas reglas fueron definitivamente aprobadas por Julio II el 28 de julio de 1506.
Francisco se apagó en Tours el 2 de abril de 1507. La fama de este taumaturgo, a través de las tres ramas de la familia Mínima (frailes, monjas y terciarios), se difundió en Europa, favoreciendo su beatificación (7 julio 1513) y su canonización (1° mayo 1519), obtenida a solamente doce años de su muerte.
Francisco entraba en el corazón de la gente y su protección se extendió a numerosos Reinos; se multiplicaron las iglesias en su honor, la gente lo invocaba con familiaridad y conservaba sus recuerdos como preciosas reliquias (en el 1510, incluso antes de su beatificación, existía quien iba a Paula para tocar o para revestir los indumentos por él usados). Patrono de la gente del mar italiana -Pio XII lo declaró tal el 27 de marzo de 1943- y de diversos reinos, entre los cuales se encuentran Francia, España, Nápoles, Bohemia, es invocado de manera particular paraconseguir prole. La emigración de las poblaciones del Sur de Italia -Francisco es patrón de Calabria con Breve de Juan XXIII del 1963- y las conquistas territoriales de la corona de España han contribuido mucho a difundir el culto y algunas prácticas de devoción por él sugeridas. Es uno de los santos más conocidos de la cristiandad y muchos llevan su nombre , perpetuando tradiciones familiares.